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La chanson de la cigale
1 octobre 2020

La cara oculta de la historia - La face cachée de l'histoire

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-¡Cuidado, tuto, tuto!
¿Quién no ha escuchado “tuto” en boca de una abuela o una tía, avisándole a un niño que algo estaba caliente?

¿Quién no ha calificado un desorden de “quilombo”?

¿Quién no ha llamado “tamangos” a sus zapatos?

¿A quién no le ha dolido el “marote”, ha comprado una “ganga” y comido “mondongo”?

¿Quién no ha escuchado, o quizás bailado, un tango, un malambo o un candombe en Argentina?

Todas estas palabras, y muchas otras, de uso corriente, llegaron a estas playas en los barcos negreros, en boca de los esclavos provenientes de Mozambique,  Congo o Angola.

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¡Cuántas palabras de origen africano en un país que hasta hace poco se ufanaba de no contar con negros entre sus habitantes! Un país donde las únicas referencias a los afrodescendientes eran el sargento Cabral, Falucho, y, en las fiestas escolares, la vendedora de mazamorra del 25 de mayo y la negrita que le cebaba mate a Mariquita Sánchez de Thompson.

 Los manuales escolares no presentan a Pedro de Mendoza como el primer traficante de esclavos de la historia argentina. Sin embargo, la capitulación firmada en 1534 por el primer adelantado con Carlos V estipulaba que podía traer a estas tierras 200 esclavos negros. Mendoza se quedó con algunos para su uso personal y vendió el resto.

En 1585, Francisco de Victoria, obispo de Tucumán, equipó una nave para transportar el que se considera el primer cargamento de esclavos desde Brasil con destino al puerto de Buenos Aires.

Cuatro años más tarde, un pregonero anuncia por las calles de Buenos Aires la primera venta de esclavos. Su precio oscila entre 60 y 70 pesos oro y, legalmente, el mayor problema es el contrabando.  Entre 1606 y 1625, unos ocho mil africanos fueron traídos al Río de la Plata de manera ilegal y confiscados por las autoridades.

Ya en 1618, el gobernador de Asunción, Manuel de Frías, había pedido al rey de España la legalización de la trata afirmando que “faltando en estas tierras, personal de labranza, se hacía necesaria la introducción de negros esclavos para remediar el inconveniente”.

El gobierno real normalizó la trata de esclavos ese mismo año otorgando permisos llamados “asientos” a compañías portuguesas, francesas e inglesas. Se considera que hasta el año 1.730 ingresaron legalmente al Río de la Plata unos 17.000 esclavos africanos.

Entre 1777 y 1812 el tráfico cobró mayor importancia. Unos 700 barcos abordaron el puerto de Buenos Aires trayendo más de 70000 esclavos.

En 1810 la ciudad de Buenos Aires contaba con 40000 habitantes, de los cuales 12000 eran africanos o afrodescendientes. Mientras que la población libre había aumentado entre 1778 y 1810 en un 34%, la de esclavos lo había hecho en un 101%,

El comercio de esclavos, legal o ilegal, enriqueció, desde la época colonial, a muchos miembros de la burguesía porteña, como los Álzaga, los Santa Coloma y los Riglos. Gran parte de africanos vendidos en Buenos Aires partían al Alto Perú para trabajar en las minas.

Este comercio floreciente se refleja también en los periódicos. El Correo de Comercio publicaba el 21 de julio de 1810 este aviso:  “D. Jayme Alsina y Verjes desea comprar una cría de negra ladina, que sepa lavar y planchar con alguna perfección y coser algo. El que la quisiere vender se verá con él, previniéndose que la criada es para pasar a Montevideo a servir a Doña María Antonia Soler Viuda del finado D. Pascual José Parodi.”. 

Las teorías abolicionistas circulaban, sin embargo, por el mundo desde mediados del siglo XVIII, la Revolución Francesa había abolido la esclavitud en 1794, abolición anulada por Napoleón en 1802, lo que provocó la rebelión de los esclavos de Santo Domingo que vencieron al ejército francés y crearon, el 1º de enero de 1804, la república de Haití.

En Buenos Aires, los esclavos se dedicaban a tareas domésticas, eran artesanos u obreros en panaderías o saladeros, en la agricultura y en las curtiembres. La producción y exportación de cueros era una de las fuentes de ingresos más importante de la región.

Estas actividades no eran tan duras como las que desarrollaban sus semejantes en el Caribe, en Estados Unidos, y, sin ir tan lejos, en el Alto Perú.

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Esto es lo que sustentó la idea de que la esclavitud en el Río de la Pata fue “benigna”, idea que ya aparece en la historia de Mitre y persiste hasta bien avanzado el siglo XX..

El negro era simplemente un nuevo colono, que entraba a formar parte en cierto modo de la familia con que se identificaba, siendo tratado con suavidad y soportando un trabajo fácil, no más penoso que el de sus amos, en medio de una abundancia relativa que hacía grata la vida.” Mitre, Bartolomé, Historia de Belgrano y la independencia argentina.

Parece tan absurdo calificar de benigno un sistema que arranca seres humanos a su tierra, a su pueblo, a su vida, para venderlos como cosas, privándolos así de la libertad.

Muchos fueron, por otra parte, los esclavos que se volvieron cimarrones.  Así se llamaba a los rebeldes que huían de la falta de libertad a lugares de difícil acceso de las ciudades o del campo, lugares que llamaban quilombos.

Aunque la vida de los esclavos fuera menos cruel que en otras regiones, los casos de maltrato eran frecuentes en el Río de la Plata. Los historiadores nos explican que los esclavos, el 77,4% de los negros de Buenos Aires, eran explotados de muy distintas maneras por sus amos, como vendedores ambulantes, como obreros en monasterios, panaderías y obras públicas.

Nos hablan también de azotes, cadenas, grilletes y falta de alimentación.

Hay que recordar, y en contra de lo que nos enseñaron en la escuela, que la Asamblea del Año 13 no abolió la esclavitud, sólo estableció la “libertad de vientres”, es decir la libertad de los hijos de esclavos nacidos después del 31 de enero de 1813. Los intereses económicos en juego se opusieron a una real abolición de la esclavitud que sólo se estableció en la Constitución de 1853.

Una de las consecuencias de la libertad de vientres fue la de dejar a muchos jóvenes libertos sin posibilidad de empleo. Uno de los pocos oficios a su alcance era el de soldado, razón por la cual una parte importante de los ejércitos libertadores estaba constituida por esclavos libertos.

La idea propulsada por la Generación del 80 de una Argentina país “europeo” de América Latina, una de cuya consecuencia fue también el genocidio del pueblo indígena llamado “Campaña del desierto”, hace que aún ahora se pueda escuchar la frase “Aquí no hay negros”.

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Es verdad que la presencia africana fue menor en el Río de la Pata que en el Caribe o el Brasil, sin embargo los afrodescendientes participaron activamente de la vida y de la cultura en la Argentina.

Hijo de esclavos, Lorenzo Barcala, cuyo apellido era el del amo español de la familia, integró el Batallón de Cívicos Pardos de Mendoza y participó de las campañas libertadoras tanto como dos mujeres, María Remedios del Valle, a quien llamaban la Madre de la Patria, y  Josefa Tenorio, la “Negra”, que llegó a ser abanderada del ejército del libertador José de San Martín.

Si nos referimos a San Martín, ¿sabemos acaso que la marcha que conmemora su primer triunfo, la marcha de San Lorenzo, es obra de un hijo y nieto de esclavos, el capitán Cayetano Silva?

Si de música se trata, uno de los primeros tangos conocidos, El Entrerriano, lleva la firma de Rosendo

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Mendizábal, a quien le decían “el Pardo”.

El tango mismo, al igual que el candombe y la milonga, tiene raíces africanas así como muchos de sus cultores, Zenón Rolón, Enrique Maciel, autor de “La Pulpera de Santa Lucía”, Joaquín Mora, Horacio Salgán y los guitarristas de Carlos Gardel, Guillermo Barbieri y José Ricardo.

Descendiente de esclavos era también el payador Gabiino Ezeiza, nacido en San Telmo en 1858.

Nacido en Machagal, Chaco, el guitarrista Oscar Alemán, quien también incursionó en el tango, se destacó interpretando jazz. Fue guitarrista de Josephine Baker y tocó con Louis Armstrong y Duke Ellington.

La presencia africana en la Argentina, invisibilizada desde fines del siglo XIX, vuelve a la luz  un siglo después. Prueba de ello, el excelente documental de Alberto Masliah, Negro Che (2007), de donde rescataré una historia, la de Pocha Lamadrid, descendiente de los esclavos de la familia homónima. Pocha, fundadora de la asociación África Vive, es invitada a un congreso a Panamá. Se presenta, el día del viaje, con su pasaporte en el aeropuerto internacional de Ezeiza. Los empleados de migraciones la retienen El pasaporte debe ser falso ya que Pocha, por ser negra, no podía ser argentina.

 

Bibliografía

La ruta del esclavo en el Río de la Plata. Aportes para el diálogo intercultural, Marisa Pineau, methaodos.revista de ciencias sociales, 2017

¿Una esclavitus benigna? La historiografía sobre la naturaleza de la esclavitud rioplatense, Lucas Rebagliati, Los Andes, nº 25, 2014.

¿Esclavizados, libertos, libres?  Imágenes de afrodescendientes en Buenos Aires entre 1830 y 1860, María de Lourdes Ghidoli, Estudios Sociales 53, julio-diciembre 2017

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-Attention, tuto, tuto!
Qui  ne l’a pas entendu, en Argentine, dans la bouche d’une grand-mère ou d’une tante et prévenant un enfant que quelque chose était trop chaud?

Qui n’a pas qualifié un désordre de “quilombo”?

Qui n’a pas nommé “tamangos” ses souliers ?

Qui n’a pas eu mal au  “marote” (la tête), n’a pas acheté une “ganga” (une occasion) et mangé du “mondongo” (des tripes)?

Qui n’a pas entendu, ou peut-être dansé, un tango, un malambo ou un candombe en Argentine?

Tous ces mots, et bien d’autres, d’un usage courant, arrivèrent sur ces terres dans les navires négriers, dans la voix d’esclaves en provenance du Mozambique, du Congo ou de l’Angola.

Combien de mots d’origine africaine dans un pays qui se vantait il n’y a pas si longtemps de ne pas compter de Noirs parmi ses habitants! Un pays où les seules références aux afrodescendants étaient le sergent Cabral, Falucho, et, pour les fêtes scolaires, la vendeuse de « mazamorra » (dessert à base de maïs) du 25 mai (fête nationale) et la négrillonne qui préparait du mate pour Mariquita Sánchez de Thompson (dame de la bonne société chez qui on joua pour la première fois l’hymne national).

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Les manuels scolaires ne présentent pas Pedro de Mendoza comme le premier trafiquant d’esclaves de l’histoire argentine. Cependant, la capitulation signée en 1534 par le premier “adelantado” avec Charles V stipulait qu’il pouvait transporter vers ces terres 200 esclaves noirs. Mendoza en conserva quelques uns pour son usage personnel et vendit le reste.

En 1585, Francisco de Victoria, évêque de Tucuman, equipa un navire pour transporter ce que l’on considère le premier chargement d’esclaves depuis le Brésil à destination du port de Buenos Aires.

Quatre ans plus tard, un crieur public annonce dans les rues de la ville la première vente d’esclaves. Leurs prix oscillent entre 60 et 70 pesos or, et légalement, le problème le plus grave est la contrebande.  Entre 1606  et 1625, quelque huit mille Africains furent acheminés au  Río de la Plata de manière illégale et confisqués par les autorités.

En 1618, le gouverneur d’Asuncion, Manuel de Frías, avait demandé au roi d’Espagne la légalisation de la traite en affirmant que “comme il manque sur ces terres des laboureur, il devient nècessaire d’y introduire de Noires esclaves pour parer à cet inconvénient ”.

Le gouvernement royal organisa la traie d’esclaves cette année-là en octroyant des permis nommés “asientos” à des compagnies portugaises, françaises et anglaises. On considère que 17000 esclaves africains arrivèrent jusqu’en 1.730 au Rio de la Plata.

Entre 1777 et 1812, le commerce prit une plus grande importance. Quelque 700 navires abordèrent le port de Buenos Aires transportant plus de 70 000 esclaves.  

En 1810, la ville de Buenos Aires comptait 40 000 habitants dont 12 000 africains ou afrodescedants. Tandis que la population libre avait augmenté d’un 34% entre 1778 et 1810, celle de esclaves l’avait fait en un 101%.  

Le commerce d’esclaves, légal ou illégal, enrichit dès l’époque coloniale, beaucoup de membres de la bourgeoisie “porteña”, comme les Álzaga, les Santa Coloma et les Riglos. Une grande partie des esclaves vendus à Buenos Aires partaient vers le Haut Pérou pour travailler dans les mines.

Ce commerce florissant se voit aussi dans les journaux, Le « Correo de Comercio » publiait le 21 juin 1810 cette annonce : “M. Jayme Alsina y Verjes dèsire acheter une portée de Noire parlant espagnol qui sache laver et repasser avec quelque perfection et un peu coudre. Celui qui voudrait vendre devra le voir, il est prévenu que la fille doit passer à Montevideo pour servir Mme María Antonia Soler Veuve de feu  M. Pascual José Parodi.”. 

Las théories abolitionnistes circulaient cependant dans le monde depuis la moitié du XVIIIe siècle, la Révolution Française avait aboli l’esclavage en 1794, abolition annulée par Napoléon en 1802, ce qui provoqua la rébellion des esclaves de Saint-Domingue qui vainquirent l’armée française et créèrent, le 1er janvier 1804, la république d’Haïti.

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À Buenos Aires, les esclaves s’employaient à des tâches domestiques, ils étaient artisans ou ouvriers dans des boulangeries ou des saloirs, dans l’agriculture et dans des tanneries. La production et l’exportation de cuirs était l’une des sources de revenus la plus importante de la región.

Ces activités n’étaient pas aussi dures que celles de leurs semblables des Caraïbes, des États-Unis, et, sans aller si loin, du Haut Pérou.

C’est ceci qui est à la base de l’idée que l’esclavage au Rio de la Plata fut “bienveillant”, idée qui apparaît déjà dans l’histoire de Mitre et subsiste le XXe siècle bien avancé.

Le Noir était simplement un nouveau colon, qui commençait à faire partie, en quelque sorte, de la famille avec laquelle il s’identifiait, il était traité avec douceur et il supportait un travail facile, pas plus pénible que celui de ses maitres, dans une abondance relative qui rendait la vie agréable.” (Mitre, Bartolomé, Historia de Belgrano y la independencia argentina.)

Il semble absurde de qualifier de bienfaisant un système qui arrache des êtres humains à leur terre, à leur peuple, à leur vie, pour les vendre comme des choses, en les privant ainsi de la liberté.

D’autre part, les esclaves qui devinrent marrons furent nombreux. On appelait ainsi les rebelles qui fuyaient le manque de liberté vers des endroits difficiles d’accès des villes et de la campagne, des endroits qu’on appelait « quilombos ».

Bien que la vie des esclaves fût moins cruelle que dans d’autres régions, les cas de maltraitance étaient fréquents au Rio de la Plata. Les historiens nous expliquent que les esclaves, le 77,4% des Noirs de Buenos Aires, étaient exploités de bien différentes manières par leurs maîtres, comme vendeurs ambulants, comme ouvriers dans des monastères, des boulangeries et les travaux publics. Ils nous parlent aussi de coups de fouet, de chaînes, de fers et de manque de nourriture.

Nous devons nous souvenir, et à l’encontre de ce que l’on nous a appris à l’école, que l’Assemblée de l’An 13 n’abolit pas l’esclavage, elle n’établit que la “liberté de ventres”, c’est-à-dire la liberté des enfants d’esclaves nés après le 31 janvier 1813. Les intérêts économiques en jeu s’opposèrent à une vraie abolition de l’esclavage qui ne fut établie que par la Constitution de 1853.

L’une des conséquences de la liberté des ventres fut celle de laisser beaucoup de jeunes sans accès à l’emploi. L’un des seuls métiers à leur portée était celui de soldat, c’est pourquoi une part importante des armées libératrices était constituée d’affranchis.

L’idée prônée par la Génération de 1880 d’une Argentine pays “européen” en Amérique latine, dont l’une des conséquences fut aussi le génocide du peuple indigène nommé “Campagne du Désert”, fait que l’on entende encore aujourd’hui la phrase “Ici, il n’y a pas de Noirs”.

Il est vrai que la présence africaine fut moins importante au Rio de la Plata qu’aux Caraïbes ou au Brésil, cependant, les afrodescendants participèrent activement de la vie et de la culture en Argentine.

Fils d’esclave, Lorenzo Barcala, dont le nom de famille était celui du maître espagnol de la famille, intégra le bataillon de Cívicos Pardos (citoyens noirs) de Mendoza et participa des campagnes libératrices aussi bien que deux femmes, María Remedios del Valle, que l’on appelait la Mère de la Patrie et a Josefa Tenorio, la “Noire”, qui devint porte drapeau de l’armée du libérateur José de San Martín.

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Si l’on fait référence à  San Martín, savons-nous peut-être que la marche qui commémore sa première victoire, la marche de San Lorenzo, est l’œuvre d’un fils et petit-fils d’esclaves, le capitaine  Cayetano Silva?

S’il s’agit de musique, l’un des premiers tangos connus, El Entrerriano, est signé Rosendo Mendizábal, que l’on nommait  “el Pardo” (le Noir).

Le tango lui-même, comme le candombe et la milonga, a des racines africaines tout

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comme ses créateurs,  Zenón Rolón, Enrique Maciel, auteur de “La Pulpera de Santa Lucía”, Joaquín Mora, Horacio Salgán et les guitaristes de Carlos Gardel, Guillermo Barbieri et José Ricardo.

Le « payador » (interprète de duels chantés) Gabino Ezeiza, né à San Telmo en 1858, était aussi descendant d’esclaves.

Né à Machagal, Chaco, le guitariste Oscar Alemán, qui joua aussi du tango, se fit remarquer en interprétant du jazz.  Il fut le guitariste de Joséphine Baker et joua avec  Louis Armstrong et Duke Ellington.

La présence africaine en Argentine, rendue invisible depuis la fin du XIXe siècle, et remise en pleine lumière un siècle plus tard. Preuve de cela, l’excellent documentaire d’Alberto Masliah, Negro Che (2007), d’où je prendrai une histoire, celle de Pocha Lamadrid, descendante d’esclaves de la famille homonyme. Pocha, fondatrice de l’association África Vive, est invitée à un congrès au Panama. Elle se présente, le jour du voyage, avec son passeport, à l’aéroport  international d’Ezeiza. Les employés de migration la retiennent. Le passeport doit être faux, car Pocha, étant noire, ne peut pas être argentine.

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